En los últimos quince años ha surgido y crecido un nuevo deporte, el trail running o correr por las montañas. Una cosa tan sencilla como calzarte unas zapatillas y correr ladera arriba y abajo ha generado una verdadera industria del deporte, con múltiples carreras de los estilos más variados, desde los explosivos kilómetros verticales hasta ultra trails de vértigo (carreras de más de 42 kms y que pueden llegar a 170 kms e incluso más). Personalmente me identifico más con estas últimas. No en vano, empecé a correr hace más de 10 años para poder disfrutar más en la naturaleza, conocer parajes nuevos y explorar nuevas sensaciones. Bajar por un sendero o una ladera, sorteando ramas o jugando a esquivar los árboles, genera una sensación de libertad plena. Al igual que si juegas a bailar con los pies al pasar por encima de las raíces y piedras. Pasar tantas horas seguidas en la naturaleza, en ocasiones con una noche e incluso dos de por medio, buscar los límites personales, ensimismarte con el amanecer, gestionar la mente en los momentos bajos o tirar y tirar hacia adelante sin desmayo son algunos de los ingredientes de los ultra trails para alimentar los espíritus inquietos, ávidos de nuevas experiencias. Es otra forma de conocernos, de sentirnos, de retornar fugazmente a la infancia.
Desde entonces cada ultra trail es un pequeño viaje, tanto de nuevos paisajes como de experiencias personales. De la misma forma que en cualquier viaje hay que cuidar todos los detalles para disfrutar lo máximo posible, el descanso antes de un ultra trail resulta imprescindible.
En esta línea de salida, en el Gran Trail Sobrarbe , sí tengo la certeza de llegar descansado. En la última semana apenas he corrido y he podido descansar y dormir plácidamente y la última noche, ya en Aínsa, especialmente bien. Confío, por eso, que la fuerza de Maite me acompañe. Afronto 70 kilómetros y 3.100 metros de desnivel positivo tras haber llegado el día anterior. Junto al Castillo de Aínsa hay un parking para campers y autocaravanas magnífico, posiblemente el mejor de Aragón. Bajo la atenta mirada del Monte Perdido y Peña montañesa, aparcamos la Maite plus antes de cenar y dejar preparado todo para el sábado. Afortunadamente hay espacio suficiente para que a esas horas de la mañana no me deje nada y me pueda preparar tranquilamente.
Antes de las 5:00 h. suena el despertador y siguiendo el ritual previsto, desayuno y preparo todo en el calor del hogar Maite, para dos horas después estar en la línea de salida. Tras una salida un tanto acelerada, intento dosificar porque ya tendré tiempo de apretar más, que quedan muchos kilómetros. Disfruto con las subidas iniciales, por las peladas lomas de esta zona y los senderos de Peña montañesa, a la que se le da la vuelta durante la carrera. En las bajadas me reprimo y no voy a tope, porque dos de ellas, de casi 20 kms, pueden llegar a fundir los cuádriceps, aunque también quiero probarme en una bajada de estas características, similar a la que espera en agosto, en la CCC del Ultra Trail del Mont Blanc. Si bien la carrera tiene un recorrido demasiado pistero, nos regala unas vistas preciosas del Sobrarbe, en la primera parte, y del macizo del Monte Perdido y las Tres Marías, en la segunda. También se transita por algunos pueblos interesantes, cincelados por los duros inviernos del Pirineo, que bien merecen una visita más pausada. Además, el Gran Trail Sobrarbe cuenta con la peculiaridad de que apenas se utiliza cinta de marcaje y se vale de las marcas de los PRs y GRs del Sobrarbe. Para los despistados como yo, esto significó unos 3 kms más de recorrido al no ver una señalización de un desvío… lo que me cuesta el correspondiente enfado conmigo mismo y algunas posiciones. Esto se olvida cuando se enfila la larga recta de meta, veo a la familia esperándome, con el ambiente festivo que se ha generado en la meta. Inconscientemente, parece que en los últimos kilómetros se realiza una balanza mental de lo vivido en las últimas 9 horas y el balance es altamente satisfactorio y la adrenalina hace su trabajo. Por eso, las emociones se condensan en el momento de cruzar la línea de meta, sobre todo cuando entro corriendo de la mano de mis hijos. Eso sí, enseguida comienzan con el cachondeo al haber quedado en el puesto 19 cuando les había retado con un top 10. Sin embargo, el objetivo principal de disfrutar en la montaña y conocer Peña montañesa se ha cumplido.
Tras la ducha y la cena, parece que el bajón viene de golpe y es el momento de descansar. Como el domingo pronostico que ya no me levantaré el primero, duermo en la parte superior de la camper. Un acierto. Porque así me despiertan con el aroma del café recién hecho y las galletas y bollos encima de la mesa. Con una noche reparadora y tras preparar las mochilas, movemos los asientos de la Maite Plus, plegamos y ordenamos todo rápidamente, para poder recorrer el Valle de Pineta. Los Llanos de la Larri nos esperan. Pero eso ya es otro capítulo…